
06 May Migramiño lucha para evitar la reducción de poblaciones de alosas
El sábalo y la saboga son dos especies muy parecidas que pueden incluso llegar a hibridar. De cuerpo alargado y comprimido lateralmente, se caracterizan por tener grandes escamas y un color plateado y brillante con manchas negras justo detrás del opérculo. Se diferencian entre sí por el número de branquiespinas en el primer arco branquial (el sábalo tiene el doble que la saboga) y por el tamaño que alcanzan los adultos (el sábalo entre 40 y 85 cm mientras la saboga solo 25-45 cm). Los sábalos pueden vivir hasta 8 años y las sabogas hasta 12.
Son especies migratorias anádromas, es decir, viven principalmente en agua salada y se reproducen en los ríos. En el mar ambas son gregarias y viven en profundidades de hasta 200-300 m. Habitan tanto sobre la plataforma continental como en la zona litoral y la saboga preferentemente próxima a los estuarios.
Los adultos entran en los estuarios a finales de invierno y durante toda la primavera. Cuando remontan el río no se alimentan, por lo que en esta fase pierden hasta un 55% de su peso. Frezan entre mayo y junio, en zonas de poca profundidad y con zonas de arena o grava. La saboga suele desovar en tramos medios o bajos del río, incluso en los estuarios, mientras que el sábalo busca tramos más altos. Los juveniles llegan al estuario durante el verano y el otoño y permanecen allí, los de sábalo por 4-6 meses y los de saboga hasta el segundo o tercer verano. Después vuelven al mar, hasta alcanzar la madurez sexual e iniciar de nuevo el ciclo.
Tanto el sábalo como la saboga están presentes en el río Miño y su estado de conservación es preocupante, por lo que son especies catalogadas como “vulnerables”. La situación es común a otros territorios de Europa, donde sus poblaciones se están reduciendo de forma drástica y, en el caso del Miño, la situación es especialmente crítica en el tramo internacional a su paso por Portugal.